DEMASIADO SENCILLOS PARA LA FORMALIDAD



Una experiencia personal

Junto con mi esposa y un matrimonio visitamos una familia que reside en una localidad cercana a Rosario. A ellos se le había hablado del Señor días atrás en la plaza del centro. 
El dueño de casa nos recibió con mucha gentileza y nos invitó a entrar. Le expresamos que solamente queríamos saludarlo sin embargo nos convidaron con unos mates y algo dulce. También se encontraban sus hijos y otras personas con quienes entablamos una conversación fluida, amena y participativa. Una de las hijas nos hizo probar las comidas caseras que está aprendiendo a elaborar; el más chico mostraba sus revistas de automóviles, y así cada uno se expresaba con libertad, sencillez y humildad. ¡Fue un gusto estar con esta familia!
De regreso mi esposa dijo una frase que me hizo pensar, “Estas personas son demasiadas sencillas para la formalidad”. Al pasar las horas nos  dimos cuenta del enorme significado de estas palabras.

El evangelio de Cristo y su práctica es sencilla según observamos en el Nuevo Testamento.

“Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros” 2° Corintios 1:12.

¿No hemos visto que la gente sencilla es introducida en un esquema formal, de luces, tarimas, jerarquías eclesiásticas y ruido estridente? Y como resultado comienza a ver a algunos como especiales, destacados y esto choca drásticamente con el concepto que tenían los primeros cristianos.

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada”
(1° Pedro 5:1)

Me encanta ir a la ciudad de Esperanza. Allí se reúne un puñado de discípulos que no perdieron la sencillez, donde la formalidad no ganó espacio. 

La sacralización del lugar de reunión, los bancos dispuestos a manera de cine, los escenarios, la vestimenta distinta, el ajustarse a un rígido programa cautivo en manos de “especialistas”, los saludos deferenciales a los "ministros", la conducta ambivalente que se exhibe dentro y fuera del recinto, entre otras cosas, son las que han sofocado y hecho desaparecer la bendita sencillez que trae la mayoría de las personas que procuran acercarse a nosotros. Comprendí que la sencillez siempre desaparece en la formalidad.

Jesús era sencillo. 

No necesitaba un lugar especial para enseñar, tampoco el sonido de un teclado de fondo para llamar a las multitudes. Predicó en las montañas, a la orilla del mar, formó sus discípulos en las calles, en los caminos sin necesidad de crear un seminario.
El Maestro visitaba a los formalistas para llevarlos al terreno de la sencillez. Sus encuentros y la de los apóstoles carecían de todo formalismo.
La formalidad no es necesaria en la iglesia, Dios es importante en medio de sus hijos.
Hay discípulos sencillos llenos de Cristo y hay creyentes llenos de formalidad con un gran vacío interior.
Ser sencillo e informal en las cosas de Dios no significa ser irreverente. Alguien puede carecer de formalidad y ser santo. También puede ser formal y tener un corazón impuro. El temor y la reverencia a Dios van por otro carril. El secreto de la vida cristiana está en el interior no en guardar las formas. 
Nada se ganó con la formalidad. Las personas se sienten bien en un clima natural, de informalidad, donde predomina la sencillez como ambiente propicio para la manifestación de Dios.

La sencillez: Una virtud

En las sagradas escrituras la sencillez se presenta como una virtud, no obstante en un amplio sector de la cristiandad no se la considera así.
La sencillez hay que buscarla y aplicarla. Es contagiosa. No alcanza con citarla en el sermón, se aprende por el ejemplo.
Si la iglesia del Señor vuelve a la sencillez que la debe caracterizar, despojada de protocolos y formalismos innecesarios, obtendrá en los próximos años el fruto que tanto anhela.
La renovación del Espíritu Santo nos sacó de la vana formalidad y siempre nos lleva hacia la sencillez.

El Periscopio

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